Caminata de cinco horas, entre ida y vuelta, por el parque natural de Sant Llorenç del Munt i l'Obac. Escogemos empezar en Coll d’Estenalles, a unos 35-40 minutos de Barcelona. Muchas curvas en el último tramo. Sorprende tanta naturaleza cerca de la megalópolis. No me sorprende tanta gente por tales parajes; en algunos tramos, la misma cantidad que había en la Rambla preolímpica. Objetivo: monasterio de Sant Llorenç, en la cima La Mola (foto).
Dejamos el coche en un párking saturado, al lado de la carretera. Tras una pendiente inicial que prologa una excursioncita dura, por lo menos para neófitos de mi calaña, el Montcau destaca enseguida, colosal, pétreo, piramidal. Hormigas multicolores merodean por la cúspide. Incito a escalarlo para sortearlo, a nadie le hace gracia. Lo bordeamos, pues. Y camina que caminarás, que se dice en catalán, proseguimos el camino.
Hay tramos en los que las manos se tornan indispensables para asegurar bien el descenso o ascenso de cuestas pedregosas. En general, andamos por veredas amplias, de metro, metro y medio. Pocas veces senderos estrechos, aunque haberlos haylos. El frío y viento aumenta a medida que avanzamos y ganamos altura, aunque poca. (Coll d’Estenalles está a unos 1000 metros y el monasterio de Sant Llorenç de Munt a unos 1500).
El monasterio corona la cumbre. Enjambres de pixapins lo envuelven. Junto al monasterio hay un restaurante. Pregunto a una camarera que cómo suben a trabajar y me responde que “a pata, como todo el mundo"; le replico: “¿Y el género?”, “en burros”, me responde. Claro que ellos suben por la vertiente de Matadepera.
Dejamos el coche en un párking saturado, al lado de la carretera. Tras una pendiente inicial que prologa una excursioncita dura, por lo menos para neófitos de mi calaña, el Montcau destaca enseguida, colosal, pétreo, piramidal. Hormigas multicolores merodean por la cúspide. Incito a escalarlo para sortearlo, a nadie le hace gracia. Lo bordeamos, pues. Y camina que caminarás, que se dice en catalán, proseguimos el camino.
Hay tramos en los que las manos se tornan indispensables para asegurar bien el descenso o ascenso de cuestas pedregosas. En general, andamos por veredas amplias, de metro, metro y medio. Pocas veces senderos estrechos, aunque haberlos haylos. El frío y viento aumenta a medida que avanzamos y ganamos altura, aunque poca. (Coll d’Estenalles está a unos 1000 metros y el monasterio de Sant Llorenç de Munt a unos 1500).
El monasterio corona la cumbre. Enjambres de pixapins lo envuelven. Junto al monasterio hay un restaurante. Pregunto a una camarera que cómo suben a trabajar y me responde que “a pata, como todo el mundo"; le replico: “¿Y el género?”, “en burros”, me responde. Claro que ellos suben por la vertiente de Matadepera.
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