Hace cosa de tres o cuatro semanas salí de excursión por última vez. Unos amigos escogieron
el Montseny. Visitamos
el Pantano de Vallforners, en Cànoves, y después continuamos hasta el árbol más ancho que jamás haya visto, el
Castanyer d’en Cuc, con una circunferencia de casi 12 metros.
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A ratos, sobre todo en el valle, una alfombra de hojas cubría la senda que conduce desde Cànoves hasta el pantano. |
Esta excursión, pese a ser mucho menos dura que
el ascenso a Sant Jeroni, en Montserrat, me sirvió para darme cuenta de que
estoy muy oxidado. La salida iba a ser de unos diez o doce kilómetros, pero recorrimos unos cuantos más por haber partido desde el pueblo. No fue una caminata de ida y vuelta por el mismo lugar, sino de círculo o, mejor, de piruleta.
Aunque -como digo- ni la distancia ni el desnivel tenían nada que ver con Sant Jeroni, acabé cansado. Al día siguiente
no tuve ni agujetas ni ampollas nuevas –quizás debido a las refriegas de alcohol de romero que me aplico casi a diario desde hace un tiempo-, pero sentí un
leve malestar en la parte baja de la espalda que persistió durante las dos semanas siguientes, hasta que una mañana al dejar a mi hija en el orinal,
se convirtió en un estruendo de dolor repentino que me rompió.
Nunca antes había sufrido un
ataque de lumbago. Recomendación: no lo padezcáis. Dos semanas después de haber empezado el tratamiento, y de haberlo dejado hace unos pocos días, aún siento que me va a dar otro “ataque”. El malestar –que no el dolor- continúa vivito y coleando. Quizás no se debiera a la excursión. Esta pudo ser el desencadenante del daño, pero el haber trabajado en mi primera juventud –ahora espero estar al menos en mi segunda- en tajos de carga y descarga debió de aumentar las posibilidades de padecer algo así. También sumo que, desde que nació
Celia hace dos años y ocho meses, acarreo en brazos con ella a diario.
Llevo casi un mes sin hacer una pequeña excursión. Hoy pensaba subir hasta alguna cima de Collserola, pero, al final, he decidido esperar a que el malestar cese del todo y a que se me curen las ampollas que arrastro desde el día de Montserrat. Y no sólo estoy oxidado por fuera. También por dentro. Este blog se acaba… Ya dejo de lloriquear. Por lo menos, publico unas
fotos de aquellos parajes:
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El mismo camino de la primera foto, pero desde el puentecillo que ya se atisba en la primera imagen. |
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Seres verticales nos acompañaron casi durante toda la travesía. Unas veces más grandes, otras más pequeños... |
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Arroyo proveniente del pantano. |
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Un pescador en el pantano de Vallforners. |
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Del Castanyer d’en Cuc se cuenta por ahí –o sea, por
internet- que albergó a un carbonero. Ya podría ser porque el interior
del tronco está hueco y, mínimo, una persona cabe (y varias de pie). Las malas lenguas afirman
que es el más gordo de Catalunya e, incluso, de la Península Ibérica, pero eso
es mucho decir… |
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Pantano de Vallforners, desde las alturas. Como veis, muy por debajo de sus posibilidades... Los pescadores de la foto anterior "faenaban" en la pequeña rampa que se distingue a la derecha de la cabeza de la presa. Y a la izquierda, aparece el camino desde donde les hice la foto; de hecho, es la pista por la que bordeamos el pequeño embalse, el más grande, sin embargo, del Montseny. |
Bonitos paisajes y un árbol realmente impresionante. Enhorabuena y saludos.
ResponderEliminarGracias, fotosdesquiydealla.
EliminarGracias por el reportaje Felipe. En cuanto pueda le hago una visita, Saludos.
ResponderEliminarSeguro que encuentras buenos rincones a los que disparar... ;-) Saludos!
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