Mi calle era una de las vías de la zona con más árboles maduros plantados. En verano, iban de perlas como parasoles. Y en invierno, como eran de hoja caduca, fantástico para el calorcito de los rayos del Sol.
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Mi calle cuando tenía árboles, al principio de los tiempos (bueno, hace tres años). Al final del artículo, hay una foto en la actualidad, desde casi la misma perspectiva. |
Pero eso ya pasó a la historia. Hace dos años y medio
talaron casi 20 árboles y en su lugar plantaron unos cuantos esmirriados, que tardarán años en crecer si es que alcanzan la madurez.
Este año, unos operarios han rematado la faena.
De unos 45 árboles hechos y derechos ya sólo quedan siete en pie.
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En estas tres imágenes, se aprecia la secuencia de la tala de un árbol. |
Inquirí a uno de los operarios que por qué los talaban.
“Están podridos, caballero”, me contestó. Pregunté entonces a una persona que entiende algo de árboles –
masovero para más señas- y me contestó que no le extrañaba, que
en la ciudad los árboles duran muy poco.
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Aspecto de mi calle después de la tala. |
Luego
no nos extrañemos ni nos preguntemos que cómo hay tanto cáncer...
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