Este sábado hace 75 años –el 16 de noviembre de 1938- que el gobierno de la República ordenó a sus tropas la retirada del sur de Catalunya:
la batalla del Ebro se había perdido y con ella la última baza por salvaguardar la República.
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Dos meses después de la caída de Teruel, las tropas franquistas alcanzan el Mediterráneo y la España republicana queda partida. |
Ofensiva sorpresa de la República
La batalla del Ebro había comenzado 115 días antes, el 25 de julio a las 00:15 de la madrugada. A esa hora, los primeros hombres de un total de 100.000 soldados pertenecientes al ejército popular
atravesaron por pontones y barcazas el cauce bajo del río Ebro, en las comarcas catalanas de Terra Alta y Ribera d’Ebre.
El
plan diseñado por el general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor del Ministerio de Defensa, consistía en
recuperar Gandesa, centro neurálgico de comunicaciones, y aliviar el asedio que padecía el levante español, única vía de comunicación de Madrid con el Mediterráneo. Para ello,
el ejército acometió dos maniobras de distracción: una al norte del arco del Ebro, en Mequinenza, y otra al sur, en Amposta.
En
el margen derecho del Ebro, se guarnecía el ejército de Marruecos, comandado por el general Yagüe. Las divisiones aún no estaban organizadas, pese a que fuentes de información habían avisado a los altos mandos insurrectos de un movimiento inusitado de tropas selectas del enemigo en la orilla opuesta del Ebro.
La
desbandada nacional fue desordenada: se capturaron más de 5.000 soldados franquistas, muchos de ellos pertenecientes a las tropas moras, odiadas por el bando republicano por la fama de sanguinarias que se habían granjeado durante toda la guerra.
En poco tiempo, el ejército rebelde cayó en la cuenta de que el verdadero objetivo de la ofensiva no era Amposta, sino Gandesa. Hasta aquí alcanzaron las tropas gubernamentales, ya que
en el centro y afueras de Gandesa los franquistas se habían hecho fuertes. Tras unos pocos días más de inútiles esfuerzos en la ofensiva, las órdenes al ejército republicano fueron claras:
organizar la defensa.
La República consiguió trasladar el frente unos 35 kilómetros más allá del arco del Ebro, a las puertas de Gandesa. Asimismo, logró aligerar el hostigamiento que sufría el levante español, ya que Franco envió tropas de Valencia y de Andalucía para enfrentarse a la ofensiva sorpresa republicana.
Una batalla de desgaste
Cientos de
kilómetros de trincheras fueron cavados desde Gandesa hacia el río Ebro, para impedir el retroceso del frente. La consigna: no ceder ni un palmo del terreno recuperado. El presidente del gobierno republicano, Juan Negrín, deseaba mostrar al mundo, en especial a Reino Unido y Francia, que la guerra no estaba decidida. Alemania exasperaba por la estrategia franquista, que en lugar de lanzarse desde el oeste hacia Barcelona y atacar por la espalda a las tropas republicanas, escogió entablar batalla cara a cara.
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Cobijo recuperado en las trincheras republicanas en Els Barrancs, Vilalba dels Arcs. |
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Pozos de tiro en el mismo lugar que la primera foto. En las trincheras se llegó a confraternizar con el enemigo en algún momento, sobre todo, a causa del tabaco. Pero nada que ver con algunos hechos acaecidos en la Primera Guerra Mundial. En el bando nacional, poseían tabaco, en el republicano, papel para liarlo. Así que había intercambio. |
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Folleto que refleja la carestía de los republicanos. |
En el Ebro
se enfrentaron los mejores contendientes de uno y otro bando. Los rebeldes, además, contaban con la inestimable ayuda de los fascistas italianos y los nazis alemanes. Mientras tanto, los republicanos sobrevivían a duras penas con muchos menos recursos materiales y humanos. En este periodo,
se retiraron las Brigadas Internacionales, en virtud del ‘Pacto de no intervención’, burlado por italianos y alemanes.
Si bien el ejército republicano penetró en un solo día hasta Gandesa,
al ejército rebelde le costó más de 100 días recuperar los 800 Km2 perdidos de las comarcas catalanas. El motivo fueron los centenares de kilómetros de trincheras que surcaban los montes del sur de Catalunya hasta el Ebro.
Cada día, se repetía la misma estrategia bélica: uno, bombardeo nacional de los enclaves enemigos, ya con artillería, ya con aviación; dos, soldados republicanos refugiándose en cobijos en la ladera opuesta a la trinchera atacada; tres, inicio de la conquista de las posiciones republicanas por parte de la infantería rebelde, que topaba, sin embargo, con los soldados republicanos de nuevo en sus puestos. Y así un día tras otro, monte a monte, trinchera a trinchera… hasta el Ebro.
La batalla del Ebro concluye
De ahí que durase tanto la batalla, pese a la superioridad de recursos militares en el bando sublevado. Pero el desgaste hizo mella en el ejército popular, y poco a poco
los nacionales abrieron por Corbera de Ebro una importante cuña en las defensas republicanas. Al cabo de 115 días, en la noche del 16 al 17 de noviembre, los últimos soldados republicanos atravesaron el Ebro por Flix. Franco ordenó por última vez
abrir las compuertas de los embalses del Ebro y el Segre para que el agua arrastrara hombres, vehículos y pontones a su paso.
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Ruinas del pueblo viejo de Corbera de Ebro, con la torre de la iglesia al fondo. |
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El pueblo viejo de Corbera de Ebro, arrasado por las tropas franquistas. En la actualidad, el pueblo nuevo ocupa un lugar adyacente al viejo. Los nacionales bombardearon Corbera para no dejar ninguna impedimenta o pertrecho útil en manos del enemigo. La primera bomba cayó en los juzgados. De hecho, a día de hoy, no se conserva ningún documento de antes de 1939. Algunos materiales de construcción del pueblo viejo los usaron los antiguos habitantes para erigir el pueblo nuevo. Durante los primeros años de posguerra la recolección de metal proveniente de metralla, vehículos y bombas sin explotar se convirtió en una vía de sustento en muchas poblaciones, también en Corbera. Cada año, se registraban una media de 30 muertes debidas a la explosión de artefactos cuando se intentaban desactivar para vender el metal. |
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Restos de metralla en la torre de la iglesia de Corbera. La conservación de las ruinas del pueblo viejo se debe más al voluntariado que a las ayudas oficiales. |
El resto de Catalunya sucumbió en 50 días cuando el 23 de diciembre empezó la ofensiva final. Sólo una jornada antes de la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, los gobiernos de España, Catalunya y Euskadi –sitos en la ciudad Condal- abandonaron la capital catalana hacia Girona. La última reunión de las Cortes españolas se celebró en Figueras el 1 de febrero del 39. Cuatro días después cruzaban la frontera hacia el exilio.
Ninguna disculpa
La República vio como
Reino Unido y Francia abandonaron a su suerte a la España democrática. El gobierno republicano –en especial, Negrín- ansiaba que arrancara cuanto antes la inevitable guerra en Europa, con el anhelo de conseguir así la ayuda aliada. Pero esto no fue posible. El golpe de estado frustrado no solo desencadenó una guerra cruenta sino que instauró una dictadura en España durante casi 40 años.
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Las esperanzas de una intervención francesa e inglesa en el conflicto español se desvanecían con noticias como la de la foto. |
Nunca he oído entonar un rotundo ‘mea culpa’ a Francia y Reino Unido por aquel agravio, por desamparar a la España democrática durante la guerra.
Y ninguna disculpa de envergadura ha habido por parte de Alemania; solo alguna tímida por parte de Italia. En España,
el PP se alborotó hace unos días cuando el diputado Alfred Bosch pidió un minuto de silencio por el fusilamiento del president Companys a manos de los insurrectos.
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Homenajes a familiares fallecidos en la contienda del Ebro. |
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La batalla del Ebro se saldó con entre 60.000 y 70.000 víctimas, entre muertos, heridos, enfermos, desaparecidos y prisioneros. Aún hoy día se encuentran restos materiales y humanos en el campo de batalla. El Memorial de Camposines, que se erigió en homenaje a todos los soldados que participaron en la contienda, acoge unas placas con los nombres de las personas cuyos restos descansan en el osario que también alberga el memorial. |
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Parte de esta información -en especial, pies de fotos- la he conocido gracias a una excursión por las tierras que antaño fueron escenario de los combates. Por si queréis visitarlas -muy recomendable-, os podéis imformar en la web
Espacios de la batalla del Ebro.
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