Este mapa, según el diario El Punt-Avui, se puede consultar en la Biblioteca Nacional de Madrid. Aún figuran en él, las Filipinas y las Antillas, además de la España uniforme y asimilada. |
Muchos españoles odian a Catalunya, y supongo que la cifra debe
aumentar por momentos desde la última Diada. Pero también hay españoles que no
la odian, sino todo lo contrario y, por supuesto, están a los que les trae sin cuidado. Y esto no siempre en términos absolutos, es decir, habrá quien aprecie y aborrezca a la vez, o en diferentes circunstancias, distintos quehaceres de unos y otros catalanes. Entre los contrarios a la independencia -odien, quieran o les sean indiferentes los catalanes, o sean catalanes-, he oído argumentar, con
aspavientos incluidos, que con qué derecho iba a amputarse un trozo de España. Pero tanto España
como Catalunya están mutiladas desde hace siglos. A ambas les han cercenado
territorio en algún momento de la Historia. La diferencia radica ahora en que
la separación acaecería no por una
guerra de independencia sino por una decisión democrática.
La solución pacífica no impediría, sin embargo, que fuera y dentro
de Catalunya la independencia supusiera para algunos un enorme y sincero dolor.
Si hay independentistas que no entienden de qué dolor hablo, solo deben
situarse en la piel del español: ¿aceptaría un estado catalán con un trazado diferente
–pongamos comprimido- de las fronteras actuales?, ¿imagina una Catalunya en la que comarcas
o vastos territorios limítrofes decidieran permanecer en España? o ¿cómo
actuaría si la Vall d’Aran reclamara la independencia? Son hipótesis, pero
podrían ocurrir en un futuro cercano o lejano. ¿Se entiende, ahora, el dolor
español? Por eso, una Catalunya estado
deberá incluir en su carta magna el derecho de autodeterminación, y no
actuar como ahora lo hace España con respecto a Catalunya.
Que haya quien sienta aflicción por la separación de Catalunya no es óbice, sin embargo, para que esta ocurra si un referéndum así lo dictaminara. Al igual que hay españoles a quienes les pesa y entristece la hipotética independencia, deben de entender que esa misma compunción ya la padecen aquellos catalanes que nunca se han sentido españoles y que, de algún modo, se contemplan a sí mismos huérfanos de estado. O aquellos otros que durante años han padecido el desdén sin tregua hacia los catalanes. Volviendo al derecho a decidir, y salvando la distancias, ¿se entendería que Bruselas no respetara la decisión de España de desligarse de la Unión Europea y la obligara a permanecer en ella, cuando la UE se exhibe como adalid de la democracia?
Que haya quien sienta aflicción por la separación de Catalunya no es óbice, sin embargo, para que esta ocurra si un referéndum así lo dictaminara. Al igual que hay españoles a quienes les pesa y entristece la hipotética independencia, deben de entender que esa misma compunción ya la padecen aquellos catalanes que nunca se han sentido españoles y que, de algún modo, se contemplan a sí mismos huérfanos de estado. O aquellos otros que durante años han padecido el desdén sin tregua hacia los catalanes. Volviendo al derecho a decidir, y salvando la distancias, ¿se entendería que Bruselas no respetara la decisión de España de desligarse de la Unión Europea y la obligara a permanecer en ella, cuando la UE se exhibe como adalid de la democracia?
Tres banderas, aunque no lo parezca. La española está al fondo, entre la europea y la catalana. Día de la Hispanidad, en Barcelona, este año. |
Otro argumento que circula desde que la estelada ondea con
fuerza es que una Catalunya
independiente podría no formar parte de la Unión Europea. Si esto fuera así
solo podría achacarse a la presión ejercida por España. Haciendo
política-ficción, si Madrid hubiera declarado desde un principio que
reconocería a una Catalunya independiente, ¿se habría abierto la discusión sobre
la permanencia en la UE? Sinceramente, creo que no. Si España admitiera la decisión que se tomara aquí, en consecuencia, al conducirse sin rencor, apoyaría el mantenimiento de Catalunya en el seno de la UE de forma natural, sin mayores
problemas ni debates. Además este apoyo habría sido implícito, se hubiera supuesto sin más. En Bruselas, en esta situación irreal que describo,
ni se hubieran planteado la cuestión de incluir o no a Catalunya nada más
separarse. Por eso, la Unión Europea debería desconsiderar la presión española, o por lo menos, quitarle hierro.
En el fondo, el debate de la UE solo es el
producto de una artimaña que ha arrollado y que ahora es difícil de
desactivar. (Eso sí, puede que haya países a los que no les interese reconocer a un nuevo estado por miedo al contagio, a tensiones territoriales internas).
Pero hay más argumentos contrarios no ya a la separación,
sino al referéndum. Y este que ahora menciono proviene desde dentro de
Catalunya. Me refiero a la serenata del “no me obliguen a elegir entre
Catalunya y España”, lanzado hace poco por la excandidata a la dirección del
PSOE, Carme Chacón. Si usted no quiere elegir entre España y Catalunya, vote “No”
en una hipotética consulta, y todo seguirá más o menos igual que ahora. Y nadie
la acusará de no sentirse catalana y/o española. El “No” solo implicará que
usted no desea para Catalunya un estado propio e independiente de Madrid, pero
no significara, por ejemplo, que usted esté en contra de más autogobierno o
mejor financiación, o de que no se sienta catalana o de que no se pueda sentir
catalana y española. Por cierto, en una Catalunya-estado, nadie le podrá
prohibir sentirse española, lógicamente; es más, si España no se lo tomara a la
tremenda, podría facilitar la doble nacionalidad a muchos catalanes que así lo
desearan. Pero, en fin, no quiero dedicar más a la falacia del “no me obliguen
a elegir”.
Sobre la viabilidad económica de una Catalunya independiente, tampoco deseo detenerme mucho. Entre otros motivos, porque por cada fiscal de la inviabilidad, daremos con un abogado defensor, cuando no por el triple de los últimos. De nuevo, en el fondo, no es más que otro ardid del poder español. ¿Cómo le va interesar perder una de sus mayores fuentes de riqueza? El presidente Rajoy habló hace poco también de “no romper la baraja”. ¡Solo contestó eso ante una pregunta del diputado independentista Alfred Bosch! No responder nada es casi lo mismo. El “casi” es porque estas frasecitas hueras soltadas a modo de máximas o mantras calan en gran parte de la población: “España se rompe”, “España va bien”, “No romper la reglas del juego”… No hay que pensar mucho, directo a las emociones.
Pero, tranquilos, antiindependentistas, que CiU no quiere la independencia. La última ocurrencia es marcar el 2020 –con guiño incluido a la UE- para consolidar las aspiraciones de Catalunya. El 2112 es capicúa y el 2200 es más redondo: cualquiera de estas dos fechas también podría valer. Además, por un lado, si CiU recula y decide abrazar otra vía, como pudiera ser un pacto con Madrid de mejor financiación para Catalunya –posibilidad probable-, dudo que los fieles apostaran entonces por desoír al líder y virar hacia opciones políticas claramente independentistas. Y por otro, la crisis y el trato económico dado a Catalunya también han ayudado a generar el clima actual, por lo que un cambio de la coyuntura podría suponer un descenso del independentismo.
Para acabar, hay que admitir que tanto a unos en Barcelona como a otros en Madrid, el debate en torno a la secesión les va de perlas para alzar cortinas de humo sobre la madre de todas las vergüenzas: el triunfo del sistema capitalista desaforado. Pero cada cual esconde sus vergüenzas, y las vergüenzas de CiU no son pocas. Insisto: en su momento, si llega, y previo al referéndum, habrá que perfilar qué estado catalán deseamos. Los puntos sobre las íes antes de dar el gran salto. Que la independencia no nos ciegue. Por lo pronto, ya he avanzado que el derecho a la autodeterminación debería figurar en la constitución de forma ineludible.
Otros post sobre la independencia:
Sobre la viabilidad económica de una Catalunya independiente, tampoco deseo detenerme mucho. Entre otros motivos, porque por cada fiscal de la inviabilidad, daremos con un abogado defensor, cuando no por el triple de los últimos. De nuevo, en el fondo, no es más que otro ardid del poder español. ¿Cómo le va interesar perder una de sus mayores fuentes de riqueza? El presidente Rajoy habló hace poco también de “no romper la baraja”. ¡Solo contestó eso ante una pregunta del diputado independentista Alfred Bosch! No responder nada es casi lo mismo. El “casi” es porque estas frasecitas hueras soltadas a modo de máximas o mantras calan en gran parte de la población: “España se rompe”, “España va bien”, “No romper la reglas del juego”… No hay que pensar mucho, directo a las emociones.
Pero, tranquilos, antiindependentistas, que CiU no quiere la independencia. La última ocurrencia es marcar el 2020 –con guiño incluido a la UE- para consolidar las aspiraciones de Catalunya. El 2112 es capicúa y el 2200 es más redondo: cualquiera de estas dos fechas también podría valer. Además, por un lado, si CiU recula y decide abrazar otra vía, como pudiera ser un pacto con Madrid de mejor financiación para Catalunya –posibilidad probable-, dudo que los fieles apostaran entonces por desoír al líder y virar hacia opciones políticas claramente independentistas. Y por otro, la crisis y el trato económico dado a Catalunya también han ayudado a generar el clima actual, por lo que un cambio de la coyuntura podría suponer un descenso del independentismo.
Para acabar, hay que admitir que tanto a unos en Barcelona como a otros en Madrid, el debate en torno a la secesión les va de perlas para alzar cortinas de humo sobre la madre de todas las vergüenzas: el triunfo del sistema capitalista desaforado. Pero cada cual esconde sus vergüenzas, y las vergüenzas de CiU no son pocas. Insisto: en su momento, si llega, y previo al referéndum, habrá que perfilar qué estado catalán deseamos. Los puntos sobre las íes antes de dar el gran salto. Que la independencia no nos ciegue. Por lo pronto, ya he avanzado que el derecho a la autodeterminación debería figurar en la constitución de forma ineludible.
Otros post sobre la independencia:
Os galegos nom queremos saber nada da Espanha uniforme. Agradecemos a correçom desse mapa, insultante para o nosso país.
ResponderEliminarVisca Catalunya lliure!
TU no quieres saber nada de España, no hables en nombre de los gallegos porque tu no representas a todos
EliminarSaúdos dende Barcelona!
ResponderEliminarNo veo a Cataluña por ningún lado en ese mapa... A parte es un mapa sobre él sentimiento monárquico... No un mapa político sobre Estados independientes. Veis cosas dónde no las hay. Y Galicia independiente que soberbia!
ResponderEliminarEuropa buscando la union de los paises que la conforman y una parte de España queriendose excindir fuera de toda logica. Que ironia mas grande! Y encima despues de su hipotetica excisión quieren volver a formar parte de Eurpoa. Pero de donde sale tanto odio a la madre patria. ¿Qué instrumentos educativos se han estado permitiendo en esa zona de España para que los que ahí viven crean que estan explotados por el resto de sus hermanos de las otras zonas? No se debería haber permitido que los cuatro antiguos "Nobles" que quedan en ese lugar se hayan hecho con el control de la mentalidad de los que haí habitan. En la época que estamos y aún con pensamientos del siglo XVIII. Abran los ojos y vean que lo que enorgullece a un pais son sus gentes y la union de estas a pesar de sus diferencias regionalistas. Piensen que sólo se podrian beneficiar de esa utopia serían las cuatro familias Puyol y compañia para seguir robando a sus convecinos. Espero que se den cuenta de quien hay detras de toda esta parafernalia de "Invenciones".
ResponderEliminarEl referéndum debe ser a nivel nacional (de toda España, se entiende) y ojalá lo convoquen porque entonces no os iréis, entonces os echaremos.
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