Un grupo de manifestantes recorre el centro de Barcelona en la mañana de la jornada de huelga general. |
Cuando se ampara uno en la libertad, debe tener muy presente que con su acto mengua la dignidad del prójimo. No es ni mucho menos una acción neutra. Equivale a decir –para que quede claro-: tu lucha me es indiferente y no me merece ningún respeto. (Huelga decir, además, que quienes defienden la protesta luchan por todos, tanto por ellos como por los esquiroles, que ante una victoria también se beneficiarán).
Hablando de dignidad. En qué supuestos hoy día alguien se ve obligado a trabajar en huelga general. Se me ocurre que solo estaría justificado si se tiene miedo a perder el empleo. Incluso en este caso, los sindicatos –previo aviso- pueden enviar un piquete a la empresa para evitar que abra sus puertas o que accedan a ella los empleados. Pero no me vale en absoluto el argumento de que se pierde el salario de esa jornada, porque precisamente por ese motivo también hay que apoyar la huelga. Es más, a más sueldo descontado mayores motivos para respaldarla. El orgullo y la firmeza deben prevalecer si no aumentar en proporción directa al intento de compra –y consecuente menoscabo- de la dignidad de la persona.
(Ante los recortes y la reforma laboral, únicamente carecer de ética o soslayarla comporta mantener que no hay motivos para la protesta). Alguien podría objetar, entonces, que por qué diantres no nos movilizamos contra toda opresión y tiranía, ya que el mundo está plagado. Y tendría razón. Nos sobran los motivos para plantarnos en cualquier momento y lugar, pero que esta incoherencia no nos sirva de excusa para callarnos cuando nos brindan la oportunidad de alzar la voz.
Vídeo y fotos de la huelga general en Barcelona del mes de marzo
No hay comentarios:
Publicar un comentario