miércoles, 23 de octubre de 2013

Ansío libros pero no los devoro ni me los zampo

Querer comprar y leer libros puede ser un acto tan o más consumista y compulsivo que cualquier otro. A mí me ocurre con frecuencia pasear por una librería y desear agenciarme con un buen fajo. Pero ahora, por cosas de la vida –falta de trabajo- no puedo cubrir esa pulsión. Entonces, un mono tímido pero perceptible surge en mí durante un instante. Antaño no pocas veces salía de una librería con varios ejemplares como un niño con su bolsa de caramelos. Algunos adquiridos de forma premeditada y otros de forma impulsiva.

Libros
Libros sobre la independencia de Catalunya expuestos en una librería de Barcelona.
En poco tiempo, he entrado en dos librerías de Barcelona aun sabiendo que no podía comprar nada. Les explico. En el primer caso, repasando las estanterías de filosofía y fotografía, pensaba: “¡Joder, si es que me llevaría la mitad!”. Días después, vuelvo a entrar. Y nada más hacerlo, escucho como un chico que observa libros en la sección de filosofía le dice a otro: “Es que me llevaría todos”. Sonrío por dentro. En el segundo caso, me pasó tres cuartos. En total, habría cargado con cuatro volúmenes de física, tres de periodismo y uno de fotografía. Y, tranquilos, que tarde o temprano, acabaré comprándolos, aunque sea a cuentagotas. O, quizás, pase el tiempo y termine por olvidarlos.

Alguien se podría preguntar si no tomo prestados de las bibliotecas. Pues para satisfacer su curiosidad le respondo que sí, pero menos. (Por ejemplo, quiero leer un libro titulado Grandes entrevistas de la Historia; y este no lo compraré, en principio). Pero, en general, como digo, prefiero poseerlos. Cuando muera que los herede mi hija y haga ella lo que le apetezca. A lo mejor, los vendo o dono antes. Quién sabe...

Pocas veces los leo de inmediato. Unas los compro y no los estudio hasta pasados años, otras, hasta después de unos cuantos meses o semanas y una mínima parte los comienzo de vuelta en el metro. O sea, que de todos los libros que he comprado, me habré leído –como mucho- la mitad. Pero de los que tengo en casa, ni un tercio, ya que no todos me pertenecen. Además, no tengo la suerte de engullir, zampar o devorar, sino que –para mi desgracia- leo con bastante lentitud y encima dispongo de poco tiempo; a lo sumo degusto y saboreo, pese que a veces se me atraganten. (Vi en una película cómo leía Oscar Wilde; no sé si será cierto, ¡pero menuda envidia!).

Como apunto en el libro Pajas Mentales, siempre había otorgado un halo sagrado a los libros, hasta que, gracias en parte a una conversación que mantuve con un bibliotecario, dejé de hacerlo. Los libros son productos culturales pero también de consumo, imbuidos de mercadotecnia hasta las galeradas. ¿Por qué si no, la importancia del envoltorio? ¿Por qué se generan más documentos sobre un determinado tema en un momento preciso?

Libros
Más títulos sobre la independencia en la misma librería de Barcelona.
El otro día, sin ir más lejos, di con un buen ejemplo a este respecto: decenas de títulos sobre la independencia de Catalunya acaparaban un rincón privilegiado de ventas en una de las librerías que os comentaba más arriba. Pero hay otros tópicos que se convierten en trending topic: como Pep Guardiola, por ejemplo, o la cocina, la crisis y los libros de autoayuda desde hace algunos años más.

La agenda setting ayuda mucho en ocasiones a poner de moda ciertos temas. Y este blog no escapa a sus garras. No digamos el influjo de los famosos: "Punsetismo", verbigracia. ¡No quiero ni imaginar cuántos libros aparecerán cuando se descubra vida en Marte!

Para concluir: a veces oigo afirmar a alguien que prefiere los libros a las películas. Así, de forma tajante y absoluta. Pues, oigan, hay películas y películas y libros y libros. Otro día hablaré de uno de mis vicios más perniciosos: la tele.

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